Contantino el grande
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VIDA
En sus monedas se denominaba como "M", o con mayor frecuencia "C", y se llamaba FlavioValerio Constantino. Nació en Naissus, hoy Nisch en Servia, hijo del oficial romano Constancio, quien posteriormente se convirtiera en emperador romano y Santa Helena, una mujer de extracción humilde pero de recio carácter y habilidades extraordinarias. La fecha de su nacimiento no es conocida con certeza y se calcula entre 274 y el 288. Luego de ser elevado su padre a la dignidad de Cesar lo encontramos en la corte de Dioclesiano y posteriormente (305) combatiendo bajo el mando de Galerio en el Danubio. Cuando luego de la renuncia de su padre Constancio fue elevado a la dignidad de Augusto, el nuevo emperador de Occidente le solicitó a Galerio, el Emperador de Oriente, que permitiera a Constantino, a quien no había visto durante mucho tiempo, que volviera a la corte de su padre. Galerio accedió con reticencia. Constantino volvió al lado de su padre bajo cuyo mando tuvo apenas tiempo suficiente para distinguirse en Bretaña antes que Constancio muriera (el 25 de Julio de 306). Constantino fue inmediatamente proclamado Cesar por sus tropas, título que fue reconocido por Galerio con algunas vacilaciones. Este evento se constituyó en la primera oportunidad para lograr el esquema de Dioclesiano de un imperio de cuatro cabezas (tetrarquía) y fue prontamente seguido por la proclamación en Roma como Cesar de Maxencio hijo de Maximiano, un tirano disoluto, en Octubre del 306.
Durante las guerras entre Maxencio y los emperadores Severo y Galerio, Constantino permaneció inactivo en sus provincias. Habiendo fallado el intento hecho por los antiguos emperadores Dioclesiano y Maximiano en Carmentum en el año 307, para devolver el orden al Imperio, La promoción de Licinio a la posición de Augusto, la asunción por parte de Maximino Daia del título imperial y la auto proclamación de Maxencio como único emperador (abril del 308), condujo a la proclamación de Constantino como Augusto. Como poseía el ejército mas eficiente, fue reconocido por Galerio, quien se hallaba en guerra contra Maximino en el Oriente, y por Licinio.
Constantino, quien hasta entonces se había limitado a defender su propia frontera contra los Germanos, no había tomado aún parte en las disputas de los otros pretendientes del trono. Sin embargo en el 311, vio la guerra como algo inevitable cuando Galerio el Augusto de mas edad y el más violento perseguidor de los cristianos sufrió una miserable muerte luego de cancelar sus edictos contra los cristianos, y cuando Maxencio, luego de derribar las estatuas de Constantino, lo proclamó como un tirano. A pesar de que sus ejércitos eran muy inferiores a los de Maxencio ya que contaba, de acuerdo con varios testimonios, con 25.000 a 100.000 hombres, mientras que Maxencio contaba con 190.000 hombres fuertemente armados, no dudó en iniciar rápidamente su marcha hacia Italia (primavera del 312.) Luego de ocupar Susa y prácticamente aniquilar un poderoso ejército cerca de Turín, continuó su marcha hacia el Sur. En Verona enfrentó a un ejercito hostil bajo el mando de Ruricio, prefecto de la guardia de Maxencio, quien se hizo fuerte en la ciudad. Mientras mantenía la ciudad bajo sitio, Constantino, con un destacamento de su ejercito, atacó y eliminó fácilmente los refuerzos frescos que venían en auxilio de las tropas que resguardaban la ciudad. La rendición de Verona fue la consecuencia inmediata. A pesar de la mayoría arrolladora de su enemigo (100.000 hombres en las filas de Maxencio contra 20.000 en las de Constantino) el emperador continuó confiado su marcha hacia Roma. Una visión le había asegurado que conquistaría en el nombre de Cristo, por tanto sus guerreros llevaban el monograma de Cristo en sus escudos, a pesar de que la gran mayoría eran paganos. Las dos fuerzas en conflicto se encontraron cerca del puente sobre el río Tíber denominado el Puente Milviano. Fue aquí donde las fuerzas de Maxencio sufrieron la derrota definitiva, habiendo el tirano perdido su vida en el Tíber (Octubre 28 del 312). El vencedor inmediatamente ofreció prueba de su gratitud al Dios de los Cristianos el cual fue a partir de ese momento tolerado en todo el imperio (Edicto de Milán, a inicios del 313). Trató a sus enemigos con gran magnanimidad; las acostumbradas ejecuciones sangrientas no fueron la consecuencia de la victoria del puente Milviano. Constantino permaneció en Roma tan solo durante un corto tiempo. Siguió a Milán (finales del 312 o principios del 313) para encontrarse con su colega Augusto Licinio a quien entregó en matrimonio a su hermana y logró que garantizara la protección de los cristianos de Oriente y a cambio ofreció su protección contra Maximino Daia, este último un pagano intolerante y cruel tirano quien persiguió a los Cristianos aún luego de la muerte de Galerio. Fue éste finalmente derrotado por Licinio, cuyos soldados, siguiendo ordenes suyas, habían invocado al Dios de los Cristianos en el campo de batalla (Abril 30 del 313.). Maximino a su vez, imploró al Dios de los Cristianos, pero murió de dolorosa enfermedad en el otoño siguiente.
Quedó Licinio como único superviviente de los Tetrarcas de Dioclesiano. Su traición obligó a Constantino a alzarse en guerra contra él. Con su acostumbrada impetuosidad el Emperador le propinó su golpe de gracia en Cibala (Octubre 8 del 314). Licinio, sin embargo, pudo recuperarse y la batalla librada posteriormente en Castra Jarba (Noviembre del 314) dejó a ambos ejércitos en condición tal que ambas partes consideraron que la única salida era hacer la paz. La paz duró diez años. Pero luego cerca del 322, no se contentó con profesar su paganismo abiertamente comenzó a perseguir de nuevo a los Cristianos mientras desconocía los derechos y privilegios de Constantino. La guerra era pues inevitable. Constantino reunió una infantería de 125.000 hombres y una caballería de 10.000. Adicionalmente armó 200 barcos para lograr el control del Bósforo.
Licinio, por otro lado y dejando la frontera oriental sin defensas obtuvo un ejército más numeroso aún constituido por 150.000 infantes y 15.000 de caballería, mientras que su flota naval estaba formada por no menos de 350 barcos. Los dos ejércitos se encontraron en Adrianopolis el 3 de Julio del 324, donde las bien disciplinadas tropas de Constantino vencieron y pusieron en retirada a las menos disciplinadas de Licinio. Licinio por otra parte se hizo fuerte en las barracas de Bizancio de manera tal que un ataque pudiera tener menor oportunidad de éxito y la única oportunidad de tomar el fuerte era mediante el bloqueo y la hambruna. Lo anterior requeriría la ayuda de la flota naval de Constantino, sin embargo la flota de Licinio se interponía en el camino. Una batalla naval a la entrada de los Dardanelos no ofrecía garantía de éxito, por lo tanto la Fuerza de Tarea de Constantino se retiró hacia Elains para reunirse con el resto de su flota. La flota dirigida por el Almirante Abantus de Licinio, trató de perseguir la flota de Constantino pero se encontró con una violenta tormenta que dio cuenta de 130 de sus naves y de 5.000 hombres. Constantino cruzó el Bósforo, dejando atrás tropas suficientes para mantener el bloqueo de Bizancio y enfrentó al cuerpo principal de su oponente en Chrisopolis, cerca de Calcedonia. De nuevo le infringió una derrota apabullante, matando 25.000 hombres y desbandando la mayoría de los sobrevivientes. Licinio huyó a Nicomedia con 30.000 hombres, sin embargo se dio cuenta que cualquier resistencia sería inútil. Capituló a discreción y el corazón magnánimo de Constantino le perdonó la vida. Sin embargo, cuando en el año siguiente (325) Licinio reanudó sus traicioneras costumbres, fue condenado a muerte por el Senado Romano y ejecutado.
En adelante, Constantino quedó como monarca único del Imperio Romano. Poco después de la muerte de Licinio, Constantino determinó que la futura capital del imperio fuera Constantinopla y con su acostumbrado ímpetu tomo todas las medidas para hacer de esa ciudad una más grande, fuerte y hermosa. Dedicó los siguientes diez años de su reinado a promover el bienestar político, económico y moral de sus posesiones y previó la estructura del gobierno futuro de su imperio. Mientras que colocaba a sus sobrinos Dalmacio y Anibaliano a cargo de provincias menores, designó a sus hijos Constancio, Constantino y Constans como los futuros regidores del imperio. No mucho antes de su final, el movimiento hostil del rey de Persia, Shâpûr, lo lanzó de nuevo al campo de batalla. Cuando se encontraba a punto de marchar en contra de su enemigo fue atacado por una enfermedad, de la cual murió en Mayo del 337, luego de haber recibido el bautismo.
1 comentarios:
Hermosa epopeya. Sin embargo hemos de agradecer a Dios, Nuestro Señor, por habernos regalado a Santa Elena, la Emperatriz Augusta que fue declarada tal por su hijo. Ella, a los 70 años de edad aproximadamente, emprendió su viaje a Palestina en donde descubrió los lugares más sagrados del cristianismo, como el Calvario, el Santo Sepulcro y la Vera Cruz de Nuestro Señor Jesucristo. Usó los tesoros del Imperio al servicio de Dios y es proclamada patrona de la arqueología. A ella le debe la Cristiandad entera su supervivencia hasta ahora. Hemos de rogar por su intercesión para que defienda a la Iglesia de Cristo de los nuevos tiranos del relativismo y del ateísmo. Desde Chile un abrazo de paz.
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